miércoles, 18 de agosto de 2010

Escribiendo

...Siempre he quiero escribir lo que siento, siempre he quiero expresar lo que llevo dentro, he quiero dejar mis pensamientos libres para poder volar con ellos.

Hace muchos años, cuando la inocencia era mi más fiel compañera, solía llenar hojas enteras de todo aquello que sentía, que vivía, en donde yo existía; la vida continúo su curso y yo sobre las olas del mar me deje ir y viaje. Recorrí miles de playas, camine muchísimos caminos, mi cuerpo flotando se abrigo a muchos cobijos y se aferro a los maderos que regresaban desde lejos a las playas a morir. Sentí toda clase de texturas, mis labios probaron gran cantidad de sabores, mis ojos se llenaron de luz de vida y mi corazón lloro como cuando fui niña; y mientras todo eso se iba adhiriendo a mi existencia, las hojas y las letras fueron partiendo en cada noche con el brillo de la luna. Mi vida se lleno de memorias, mi corazón de sentires y mis hojas se quedaron vacías.

Pensé escribir de mis grandes amores, de las pasiones que viví, de los dolores que sentí mezclados con muchos miedos, de la fuerza y la felicidad que mis hijos me dan, de las ilusiones hechas realidad y de otras que solo se quedaron atrás, del ser mujer, del ser un ser humano, de las estrellas que conté en los sueños que acompañaban esas noches frías silenciosas de una habitación cargada de mañanas. Pensé, pensé mucho pero deje de escribir.

Un día descubrí que las letras que vi volar finalmente quedaron guardadas aquí dentro, pegadas a mi piel, a mí latir a mi existir y hoy los quiero hacer salir.

Hoy, hoy solamente quiero escribir, dejar que fluya la libertad que tanto anhelo, la libertad que llevo dentro y que por contradictorio que parezca yo misma aprisione; en parte por miedo y en parte porque me dedique a esos tres maravillosos frutos que di a la vida producto de esta manera mía de vivir amando tan apasionadamente; ellos, reflejo claro de mi yo completo, de mi amor, de mi alegría, de mi luz e igualmente reflejo de mis debilidades de mis temores y si también de mis oscuras, particulares, errantes y maliciosas inseguridades, no lo niego como tampoco puedo negar que existo.

Podría hacer concesiones, pero nunca negare mis convicciones.

Vivo la vida de tal manera que cuando mis pies tocan el suelo cada mañana, hasta el diablo se estremece y dice: - En la madre, esta mujer ya se ha levantado(Frase popular autor desconocido; obtenida entre el coloquio de la gente latina).

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